La Luna

La desaparición del planeta que orbitaba entre Marte y Júpiter dio lugar a la conformación del actual cinturón de Asteroides. Esta región de la planetosfera se transformó en una zona que dispersa la esencia del ideal que emanó por la puerta del SOL. Toda vez que el planeta que por allí orbitaba, cumplía con la función de darle a ese impulso una base de sustentación, que le permitiese llegar a su concreción final cohesionado y sin dispersión. Con la perdida de esa función planetaria, perdimos nuestro centro de gravedad y nos transformamos en individualidades de naturaleza dispersiva. Como ya hemos explicado esto oportunamente, la fuerza de la Unidad en nuestro planeta, debió hacer importantes readaptaciones en su funcionalismo interno, en un intento compulsivo por restaurar el estado de harmonía. La LUNA aumento su poder de succión sobre la biosfera… y, con esto, el gran útero planetario se hizo más absorbente respecto de las individualidades. Como resultado, la fuerza de absorción de la Luna supera hoy levemente en intensidad a la fuerza de fijación del Sol, con lo que, la esfera lunar que envuelve a la Tierra, se transformó en una suerte de “caja de resonancia” en la que, las individualidades desarrollan una dialéctica competitiva desvinculada psicológicamente de la Unidad. Esta es la razón por la cual pasamos a sentir al útero que nos contiene como una entidad que, desde afuera, nos dificulta nuestro natural derecho a germinar. La percepción destorcida de esta realidad hizo conque, como seres humanos, nos atrincherásemos de la epidermis para adentro, en una actitud defensiva frente a un mundo exterior, que pasamos a sentir como enemigo. Al experimentar esa suerte de distorsión perceptiva, nos alienamos de la unidad de la naturaleza y el mundo se transformó en un escenario dinámico, en el que se procesan diálogos distantes y ajenos a nuestra propia individualidad. Dejamos de sentirnos parte de la unidad y, a partir de aquí, empezó a desenvolverse el Ego humano y la correspondiente percepción egocéntrica del universo. Pero… a pesar de esta negación caprichosa de la Unidad, la Unidad siguió y seguirá existiendo hasta el final de los tiempos, incluyéndolo al hombre como a todos los seres vivos que conforman la biosfera. La Creación (por lo menos dentro de la percepción humana) es bipolar, uniendo opuestos complementarios a través de la dialéctica. LA VIDA ES UN DIALOGO PERMANENTE, SUSTENTADO POR UN IMPULSO GERMINAL… Y ES POR ESTE IMPULSO QUE SE PRODUCE LA MADURACIÓN DE TODO LO QUE VIVE.


La tensión bipolar al interior de la biosfera es sustentada por la tensión que se da entre el SOL y la LUNA. Antes que desapareciese el planeta que orbitaba entre Marte y Júpiter esta tensión SOL-LUNA estaba equilibrada. La fuerza de fijación del Sol era igual y opuesta a la fuerza de succión de la Luna. Por lo tanto, el gran útero del planeta (la Madre Naturaleza) sustentaba una interacción dialéctica con todas y cada una de las individualidades, en la que no existía ninguna tensión que interfiriese en sus crecimientos. Era la época del Paraíso. Este equilibrio dejó de existir cuando este Planeta dejó de existir como tal. Fue entonces cuando la Madre Naturaleza debió elaborar una estrategia de emergencia, que consistió en aumentar su poder de succión sobre las individualidades, para obligarlas a hacer un esfuerzo extra para compensar la desviación que se producía en sus crecimientos, por causa del desequilibrio. Desde entonces, la Luna ejerce sobre la biosfera (y sobre todo lo que en ella habita) una fuerza de succión un poco mayor que la de fijación, que el Sol ejerce. Por lo tanto, el contexto que nos contiene como individuos, acota siempre nuestra vocación de crecimiento. Podemos decir, sin temor a equivocarnos que, en la parte de la carta donde la LUNA hace sentir su influencia, sentimos que debemos establecer raíces. Es allí donde nuestra psicología tiende a volverse sedentaria… es allí donde buscamos sentirnos seguros. Tendemos a defender reactivamente ese territorio, reaccionando ante cualquier impedimento que se nos presenta en el camino… y esta forma particular de reacción se hace extensible a todo el paisaje karmico de nuestra existencia… pero, al mismo tiempo, tendemos a dejarnos influenciar por los asuntos definidos por esa área de la carta. Esos asuntos son los que le “dan letra” a los preconceptos o condicionamientos culturales o familiares con los que nos manejamos en la dialéctica que mantenemos con el mundo. Donde está la Luna, se ve más claramente el contexto que nos contiene, nos condiciona y, de alguna forma, nos dificulta en nuestro intento de crecer como individuo. Pero no debemos olvidar que nuestra carta natal define nuestra posición ante el universo que nos contiene… lo que implica que esa acción limitante del entorno y la correspondiente reacción está presente en el escenario de las 12 casas terrenas. Es ahí donde podemos comprobar que la fuerza de succión de la Luna supera a la fuerza solar que le da entidad a nuestra individualidad. Por lo tanto, la fuerza lunar, que sustenta la coherencia de todo útero, le pone cotas y define nuestro nivel de Ser. Define el limite real de nuestras capacidades.

 





ROLANDO GRIGLIO

Astrólogo Kármico